Cuando ya no me tenga que preocupar de quién me mira, de quién me insulta, de quién me odia, de quién me abandona, de quién me miente, o de quién me hace sentir mal no habrá señales claras.
Me despertaré y nada habrá cambiado, iré a comer, visitaré centros comerciales, daré paseos, asistiré a actividades y no notarás nada nuevo. Todo sigue igual.
Sin embargo la próxima feria anual, veré fuegos artificiales a través de mi ventana y escucharé como los recuerdos del pasado lloran sin parar.
Recuerdos de aquellos años donde me quedé en esa misma habitación viendo esos fuegos artificiales iluminar el cielo mientras todos los demás los disfrutaban en compañía.
Aquel día en el que se me olvide como llorar, será el mismo día en el que aprendí a hacerlo. Y probablemente las lágrimas nunca se secarán, pero al menos ya no habrá más.
Mientras el cielo sigue iluminándose como cada año, solo quedarán los recuerdos llorando, pero ya no harán más daño. El dolor se neutralizará.
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